Desafíos
¿Cuáles son los desafíos del liderazgo en las empresas? Hoy y mañana. ¿Qué líderes necesitamos? En estas páginas encontrarás el puntapié inicial de nuestra propuesta y una reseña bibliográfica para alimentar la reflexión. “Desafíos” fue la idea de un newsletter primero, la de un blog después y finalmente la de una mesa de debate. Hoy esperamos que sea todo eso junto.
noviembre 26, 2015

Vida de Consumo

Vida de Consumo

Aclaración metodológica

Bauman aclara que la identificación de una “era de consumismo o sociedad de consumidores” y una “era de productores o sociedad de producción”, se inscribe en la definición de “tipos ideales” weberianos. Es decir, no deben tomarse estas categorías como explicaciones lineales de la realidad, sino como una modelización simplificada de ella para intentar “pensar acerca de la realidad”. Los tipos ideales pretenden sintetizar los “hechos” sociológicos relevantes, enfatizando sus rasgos comunes más que sus diferencias, para abrir juicio acerca de la “episteme” de una época determinada (el conjunto de ideas reificadas para una sociedad, lo que sus miembros asumen como natural, biológicamente dado). No deben ser trasladas como interpretación directa del comportamiento de uno u otro individuo o de todos ellos en una comunidad.

Era de productores o Sociedad de producción

La “era moderna” se caracterizó por dar lugar a una sociedad que “interpelaba” a sus miembros como “productores” o como “soldados”. Los mecanismos de exclusión de miembros de la sociedad (aquellos que no respondían adecuadamente a la interpelación social) discriminaban a las personas según su capacidad de asumir alguno de estos dos roles. Retomando la idea freudiana de que la sociedad persiste en última instancia por la represión de los impulsos individuales, Zygmunt Bauman analiza los mecanismos de coerción junto con los de exclusión, concluyendo que la modernidad implicó la ruptura con los mecanismos coercitivos de “Ley Divina”, para dar paso a la coerción a partir de la “Ley de la Comunidad” o la “Ley de los Estados”. Este mecanismo coercitivo implicó dos grandes efectos:

  1. que la “era de productores” se configurase a partir de una lógica del “sacrificio”, donde el goce inmediato debía postergarse en función de la conveniencia del conjunto, del “bien de la comunidad”.El éxito individual se consigue a través del acopio de riquezas y del ahorro.

  2. que la concepción del hombre como tal, fuera la de un “ser imperfecto”, cuyo rol en el mundo no es “respetar” la naturaleza sino “transformarla”, mejorarla y en el proceso de transformación “mejorarse” y “llegar a ser”.Esta cosmovisión es definida por Bauman como “desafío prometeico”.

El conflicto social (reivindicación de los excluidos que desafían los mecanismos coercitivos) se da a través de la “enajenación” del concepto “fuerza de trabajo” o “mano de obra”. En la sociedad de productores, la obtención de mano de obra se vuelve una variable clave para desempeñar de manera adecuada el rol socialmente apreciado del productor. Solo que el productor no posee la “fuerza de trabajo” y debe adquirirla. Para adquirirla ofrece trabajo y quien demanda trabajo (y posee la capacidad necesaria) lo vende. El conflicto se entabla a partir de que la “fuerza de trabajo” no puede ser separada de su poseedor, con lo cual la lucha de clases se establece entre:

  • la preservación de la identidad por parte de quien posee la fuerza de trabajo pero no el capital para transformarse en productor

  • la enajenación de la identidad de los trabajadores por parte de los productores que necesitan el trabajo de los otros para conservar su status social.

La mercancía (el producto de la transformación en la que intervienen el Capital y el Trabajo) “esconde” el conflicto social necesario para ser obtenida.

Era de consumismo o Sociedad de consumidores

Cuando tanto Capital como Trabajo son “enajenados”, “cosificados”, “alienados”, “negados de subjetividad”, o “transformados en sí mismos en mercancía o producto”, se comienza a establecer una nueva episteme: la de la era del consumismo. En ella, sus miembros ya no son interpelados como “productores” sino como “consumidores”.  Son excluidos quienes fallan al desempeñar el rol de consumir, no el de producir.

El “desafío prometeico” deja lugar a la “vergüenza prometeica”. Conseguida la meta de la transformación del mundo a través de sus productos, el Hombre Productor se siente “orgulloso” hasta que comprende que no ha mejorado  “el mismo” en la producción, sino que se ha enajenado,  lo que le impide “llegar a ser”, siendo incluso “su propio Producto” mejor que él mismo. Esto “avergüenza” al Hombre Productor que solo encuentra refugio “transformándose a sí mismo” en producto.  Un producto aceptado socialmente cuya misión social es consumir otros productos para seguir siendo apreciado.

Pero para consumir permanentemente deben garantizarse dos condiciones:

  • que los productos que se consumen tengan poca vida útil, en rigor que tengan duración instantánea y una metodología de desecho y disposición final autoadministrada (porque si duraran mucho o no pudieran ser fácilmente descartadas el consumidor “dejaría de ser”, al no requerir reemplazo para seguir obteniendo la prestación)

  • que los productos que se consuman no satisfagan una necesidad real (porque si la necesidad fuera satisfecha, la persona ya no necesitaría seguir consumiendo y por lo tanto su “rol socialmente reconocido” no podría ser desempeñado).

Si el “largo plazo” era el tiempo de los productores, el tiempo de los consumidores es el “puntillismo”,  un tiempo donde solo existe el aquí y el ahora y el “deseo” instantáneo de  satisfacer una necesidad que “nació muerta”, que por definición no podrá ser satisfecha.

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