La tesis de Bauman es que la división de clases en la era posmoderna se da a través de la velocidad de desplazamiento de las personas (compresión del tiempo y el espacio) a partir de las redes de información.
Así como para Marx las clases sociales estaban divididas por la propiedad de los medios de producción (el Capital que posee los medios y el proletariado despojado de ellos), para Bauman la estratificación social de los tiempos corrientes se establece por la capacidad de deslocalizarse y por la velocidad de esa deslocalización.
La globalización tiene dos “movimientos” complementarios y mutuamente dependientes: permite que algunos reduzcan a cero el tiempo necesario para “trasladarse” y logren vivir así en “presente continuo”, a la vez que condena a otros al encarcelamiento de la localización, donde “el tiempo no pasa” y el espacio se impone como una restricción infranqueable.
Para comprender esta idea es necesario establecer una definición: ¿qué significa “trasladarse”? Para el autor la primera revolución de las comunicaciones se dio con el desarrollo del transporte lo que permitió que mensaje (información) y mensajero (cuerpo) llegaran a destino con mayor velocidad. En la posmodernidad, con las redes de comunicación, se da una nueva revolución que se produce a partir de la separación del cuerpo y la información. Esto permitió reducir a cero la velocidad de traslado, porque no es necesario que el cuerpo sea transportado, sino solo la información.
Implicancias:
Orden político/ económico
No hay un Estado Global al cual recurrir. Desde el fin de la Guerra Fría se perdió la “integridad” del mundo. Antes el mundo estaba dividido pero “integrado”. Era uno, con dos mitades. Con el Gran Cisma se perdió la integridad global, los problemas de administración de los estados pasaron a ser locales y el gobierno económico y político del mundo está a la deriva, siendo ejercido en “interregno” por los únicos actores que si pueden ser globales (las corporaciones y los bancos). Ellos establecen las reglas de juego globales, retiran la riqueza de los estados y dejan a los estados administrar los asuntos locales menores.
Orden social
Desintegración progresiva del tejido social local. Se rompen lazos de solidaridad orgánica local, se pierden espacios de diálogo, construcción de consenso y comunicación porque los problemas son resueltos por la tecnología global. Por ejemplo: las lavanderas de la antigüedad se reunían en el rio a lavar la ropa y mientras lo hacían establecían lazos de confianza y reconocimiento mutuo, generaban código y cultura local.
Desintegración progresiva del tejido social global: contemporáneamente la lucha entre quienes no pueden tener acceso a la velocidad de desplazamiento cero y quienes si la tienen, genera rencor y conflicto social.
Orden cultural
La organización corporativa global necesita desregulación del mercado de trabajo local. La cantidad de personas necesarias localmente para las actividades económicas es menor. Se pasó de una “Cultura de Producción” a una “Cultura de Consumo”, en la cual el trabajo humano es cada vez menos necesario y por ende la exclusión aumenta.
Esto también explica porque la función “teórica” de la cárcel como institución social cambio en el último siglo. De ser una institución con fines de “reinserción” y “recapacitación” para la incorporación de la mano de obra que el mundo requería para la “Era de la producción”, paso a ser una institución donde son “confinados” los excluidos que no están en condiciones de incorporarse a la “Era del consumo”. Esto ocurre en la “cárcel” real y también en la “cárcel” simbólica que es la “realidad local” de desempleo, marginación, pobreza, falta de oportunidades de educación y desarrollo a la cual son confinados 2,300 millones de personas (40% de la población mundial).
La “era del consumo” también estableció una nueva lógica de equilibrio y vigilancia. Se pasa del Poder panóptico, cuya intención es vigilar para castigar y corregir al Poder sinóptico, cuyo principal objetivo es lograr adhesiones voluntarias a un sistema restrictivo de control. En el panóptico el “preso” sentía la amenaza de ser potencialmente observado en cada uno de sus movimientos y producto de esto, regulaba su conducta. En la posmodernidad, el “preso” otorga información acerca de su comportamiento para tener credenciales libres que le permitan “navegar” libremente por las autopistas virtuales e ingresar a territorios controlados a través de la obtención de visas migratorias temporales. El controlado adhiere al control y solo le queda participar de la cultura global “viendo” a los actores globales por televisión o “siguiéndolos” en Twitter.
Las 2,300 millones de personas marginadas, desposeídas de la capacidad de desplazamiento se convierten en los nuevos parias de la posmodernidad. Bauman los llama “vagabundos” en oposición a los “turistas”. El rasgo distintivo de la modernidad es el movimiento. Todos estamos en movimiento según el autor. Es por eso que según como se apropie la capacidad de movimiento se define la clase. El “vagabundo” es quien, preso en la realidad local, “ve pasar el mundo” sin poder participar de él. El turista en cambio (cuya máxima expresión son los 358 integrantes de la lista Forbes que poseen igual riqueza q los 2,300 millones) es parte del” mundo que pasa” en presente permanente, por encima de todas las restricciones locales, consuma el ideal de la “plena libertad”.