Dicen que la negación es condición para la autoafirmación. Pues bien; debo confesar que tengo amigos que consideran DaftPunk, Rudimental, The Postal Service y Ramiro Musotto (a propósito muy diversos entre sí) como autentica música electrónica; en contraposición a David Guetta claro. Paula por ejemplo. Se definen como «medio retro» y se juntan a ver los videos de Kraftwerk. Les gusta ser precisos en sus definiciones y aducen que la música electrónica es la que realmente se construye de esa manera, a través del ensamble de sonidos microscópicos, como un tetris perfectamente encastrado. Tengo otros amigos como Alejo que conciben los efectos de la sintetización del sonido aún en una órbita más lejana. La música electrónica alcanza para ellos la propia síntesis de las pedaleras con las cuales las formaciones musicales de cumbia o bailanta realizan sus composiciones. Así las cosas, hasta «El Bombón Asesino» resulta ser herencia de Oskar Sala. Aunque puede ser estrictamente cierto, no es razonable creerle demasiado a ninguno de mis amigos. Particularmente luego de conocer que sus pulsiones creativas se manifiestan tras el estímulo de métodos más bien alternativos a los prescriptos en estas páginas.
Oskar Sala nació el 18 de julio de 1910 en la ciudad de Greiz, al este de Alemania, en el seno de una familia acomodada y amante de las artes. Durante su juventud estudió piano y órgano. Para 1927 ya interpretaba como solista el Concierto Nº 2 para Piano Op. 19 de Beethoven en el Teatro Tivoli de su ciudad natal. Signado por la estrella del prodigio musical, en 1929 se mudó a Berlín para completar sus estudios. Hubiera sido ni más ni menos que un eximio pianista pero ya en su primer año quedó fascinado por los experimentos que el ingeniero acústico Friedrich Trautwein estaba realizando en el laboratorio de experimentación radiofónica de la escuela con un nuevo instrumento electrónico, el Trautonium.
El instrumento generaba el sonido a partir de lámparas de neón de bajo voltaje. La altura de la nota se conseguía presionando un punto a lo largo de un cable que iba montado sobre un rail. Hasta 1930, los electrófonos no permitían generar subarmónicos. Con el trautonio, esto cambio; abriéndose la puerta para el ulterior desarrollo de los sintetizadores, a través de la síntesis substractiva del sonido (en castellano se sustraen mediante filtros aquellos armónicos que no dan lugar al sonido pretendido, la afinación se alcanza por “resta”).
Sala ingresó a trabajar como ayudante de Trautwein y merced a su capacidad de entendimiento del instrumento rápidamente comenzó a ejercer como solista en varias presentaciones compuestas especialmente, además de participar en las primeras apariciones radiofónicas.
Consciente de que para desarrollar plenamente las posibilidades del Trautonium, además de la técnica interpretativa se requería de conocimientos científicos, Sala estudió la carrera de física en la Universidad de Berlín entre 1932 y 1936. Entre 1940 y 1944 realizó más de cincuenta actuaciones por toda Europa tras lo cual el instrumento adquirió una decorosa reputación de «versátil instrumento solista de concierto». Esto llevó al célebre Richard Strauss a utilizarlo en 1942 para recrear un sonido de gongs japoneses. Tras el final de la guerra, en 1948 Oskar Sala decidió redoblar la apuesta y comenzó a trabajar en el Mixtur-Trautonium, un instrumento que supondría la culminación del trabajo que venía desarrollando desde los años 30. Con la financiación de 25.000 marcos de los fondos del Plan Marshall para la promoción para proyectos individuales, Sala pudo costear los materiales y la construcción del nuevo instrumento, que estaría totalmente basado en los tonos subarmónicos. El Mixtur-Trautonium se convertiría en uno de los instrumentos más singulares que ha habido a lo largo de la historia de la música. Fue presentado en diciembre de 1952. Con la herramienta que siempre soñó entre sus manos, y siendo consciente de que para su supervivencia era necesario crear un repertorio, Oskar Sala abordó de una manera más decidida su carrera como compositor.
Desde entonces, y hasta nuestros días, el trautonium ha formado parte de incontables bandas sonoras, entre las que destaca la compuesta y ejecutada por el mismo Oskar Sala para la película Los pájaros de Alfred Hitchcock.
Conviene detenerse sobre esa historia particular. Se dice que Hitchcock estaba muy irritado porque su equipo técnico no encontraba la acústica adecuada para recrear los graznidos de ave de su nuevo proyecto cinematográfico titulado “The Birds”. Lo habían intentado con grabaciones de campo de todo tipo sin lograr grandes resultados dado que el director necesitaba un sonido fuera de lo común que produjera terror en los espectadores. Alguien recomendó a Sala para dicha labor, y le hizo llegar una secuencia de prueba para que la sonorizara con su propio instrumento. No era una escena cualquiera, en ella el músico no sólo debía crear los graznidos de las aves, sino también simular los ruidos de puertas, ventanas, armarios, y todos los golpes necesarios.
Una vez concluida la sonorización de esta escena, la reacción de Hitchcock fue muy buena, y dos semanas más tarde le enviaron la película entera.
En diciembre de 1961, una vez finalizado su trabajo, Sala recibió en su estudio berlinés en Mars Film la visita de Remi Gassmann (director de sonido) y del propio Alfred Hitchcock. Vieron la película con los efectos sonoros creados por Oskar Sala, y Hitchcock aprobó el resultado. El realizador había dado por fin con los graznidos de cuervo y gaviota que necesitaba.
La que iba a convertirse en una de las películas más inquietantes, aumentó el efecto de terror en el público gracias a la banda sonora de efectos creada por Sala y su Mixtur- trautonium. Responsables ambos de los aterradores ruidos y aleteos de las aves, así como de todos los efectos de sonido que se escuchan durante su metraje. Aunque el compositor recibió propuestas por parte de otros músicos para construir más instrumentos, Sala siempre declinó las ofertas evitando al mismo tiempo el uso tal vez frívolo que se hubiera hecho del Mixtur- trautonium.
Para Florian Schneider (músico alemán creador de Kraftwerk), el instrumento de Sala, «Comparado con los sintetizadores de hoy en día, posee la mejor interfaz para sonidos monofónicos. Puedes crear cada sonido con ‘ataque’ y trémolo con el movimiento de un dedo. Es extraño que las modernas compañías de sintetizadores, todavía pensando en el piano y en la escala temperada no puedan competir con tecnología de los años 30. Con Sala y el Trautonium sientes la intensidad que sólo puede producir un músico tocando con sus manos, sus pies y todo su cuerpo».
Con su muerte sonaron los últimos acordes de un capítulo clave de la historia de la música electrónica; el capítulo de los inventores, ingenieros y músicos que abrieron el camino, los verdaderos pioneros previos a la Segunda Guerra Mundial. Aquellos que imaginaron una nueva forma de hacer música a partir de la electricidad y la tecnología radiofónica. Gracias a su intuición y perseverancia lograron dar vida a una serie de instrumentos que supondrían la base de todo lo que vendría después. Oskar Sala fue sin duda, uno de los últimos artesanos.